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Médico
La alimentación consciente se ha utilizado para tratar una amplia gama de problemas alimentarios. Desde la incapacidad para perder o aumentar de peso hasta los atracones, y los trastornos alimentarios.
Esta sola pregunta realmente puede ayudar a frenar el comer emocional: » ¿Tengo realmente hambre?» Otra forma de decirlo podría ser: » ¿De qué tengo realmente hambre?»
Estas pueden parecer preguntas fáciles de responder, pero todos sabemos que a veces es difícil saberlo. Muchas cosas pueden parecer hambre verdadera, como la sed, el aburrimiento, el estrés, la falta de energía y los antojos. Hazte esta pregunta antes de avanzar y es posible que te sorprendas al ver los resultados.
Aquí hay algunas formas en que el hambre física y el hambre emocional difieren. Recuerda que el hambre real crece gradualmente, mientras que el hambre emocional tiende a aparecer de repente.
Aquí hay algunos consejos simples para ayudarte a hacer algunos cambios positivos con respecto a tus hábitos alimenticios.
Ser consciente de la alimentación se basa en una mejor gestión de tus emociones y niveles de estrés. Practica varias técnicas de relajación, que incluyen ejercicio, respiración consciente, meditación, llevar un diario, o masajes.
Programa tiempo para relajarte, pero asegúrate de que sea una prioridad como todo lo demás. Recuerda que las técnicas para reducir el estrés pueden ser efectivas incluso cuando las practicas por períodos cortos de tiempo.
Esto debe registrar no solo tus elecciones de alimentos, sino también tus emociones. Te ayuda a hacer la conexión entre los dos. Fíjate en lo que te impulsa a comer. ¿La presencia de comida? ¿Comerciales que promocionan alimentos? ¿El deseo de calmar el estrés? Registra todo lo que puedas, incluidos los suplementos e incluso el sueño.
Todos estos son importantes para determinar qué te impulsa a comer de forma emocional; por ejemplo, la falta de sueño podría significar falta de pérdida de peso, mayor estrés y más antojos.
¿Cuándo te encuentras comiendo sin prestar atención? ¿Es mientras trabajas, mirando televisión o alimentando a tus hijos?
Comer a veces se desencadena por solo ver a otras personas comer. Fíjate si comes algo porque alguien más lo come (un amigo, un colega, un miembro de la familia) o simplemente porque te lo sirven o te lo ofrecen.
Huele tu comida, observa sus colores y texturas, mastica bien y tómate tu tiempo. El olor y el aspecto de los alimentos son determinantes muy poderosos de si comes algo o no. Tu percepción del placer de comer se basa en parte en el aroma y la vista de tu comida, así que asegúrate de capturarlo todo.
No participes en otros comportamientos que requieran tu limitada y preciosa atención.
Trata de comer tus alimentos durante 15 a 20 minutos para permitir que tu cuerpo se ponga al día y te avise de que estás lleno. Toma sorbos de agua entre bocado, deja el tenedor o habla con quien estés comiendo sin masticar al mismo tiempo.
Esto incluye tu velocidad, nivel de tensión, pensamientos y gestos. Mírate a ti mismo desde la distancia, como si te estuvieras viendo en una película. ¿Comes muy rápido y como si estuvieras apurado? ¿Te sientes culpable? ¿Estás agarrando un bocado mientras otro todavía está en tu boca?
Es posible que descubras que comes de forma automática según el reloj, pero no de acuerdo con el hambre real. Por ejemplo, tal vez todas las noches alrededor de las 9:00 p. m. meriendas mientras miras programas de televisión. Pregúntate si realmente tienes hambre o simplemente comes de manera rutinaria y emocional.
Recuerda que siempre tienes control sobre los antojos que de forma inevitable surgen en un momento u otro. Aprende formas saludables de eliminar el estrés de manera efectiva, deja de lado un impulso o un antojo sin tener que responder necesariamente con alimentos. Está bien sentirse incómodo y necesitado sin necesidad de enmascarar la emoción comiendo.
Ser crítico solo conduce a más estrés y a comer emocionalmente. Elimina la crítica y el diálogo interno culpable, y en su lugar concéntrate en el progreso, no en la perfección. Aprender a practicar la atención plena requiere algo de esfuerzo y tiempo, ¡pero vale la pena!
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